A mitad de camino y antes de dar media vuelta comimos un tentempié en los jardines del acueducto de Valens en los que se puede encontrar una sombra muy agradable para recuperarse de la caminata de ida. Ese acueducto, que data del s. IV, fue construido para traer el agua hasta la ciudad y almacenarse en las cisternas. Ahora es cruzado por miles de coches diariamente y ha sido capado por sus dos extremos pero sigue conservando bastante de su esplendor.
A la ida, en el Gran Bazar hemos paseado por su multitud de calles y tratado con sus vendedores no tan excitados como aparecía en las guías y foros, aunque tampoco nos hemos prodigado mucho en las compras... Mis hijas estaban alucinadas de cómo podían saber los comerciantes que eramos españoles y lanzarnos las preguntas típicas chapurreando hasta que se han dado cuenta que también fallaban y que si no acertaban a la primera lo intentaban en cualquier otro idioma hasta que desistían o picábamos. Parecido en cuanto experiencia ha resultado el Bazar de las especias aunque los productos eran radicalmente diferentes y el olor ambiental también.
En las mezquitas del Príncipe, Soleiman y Nueva ya no hemos entrado hasta dentro aunque hemos estado un rato en el patio de cada una de ellas admirando la arquitectura, descansando y disfrutando de alguna sombra protectora.
Un día duro y muy productivo que ha permitido ir haciendo paradas cada poco tiempo visitando de forma intercalada monumentos religiosos civiles, comerciales e históricos.
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